Estrella tenía el pelo rizado, morena, su piel era blanca con
pequeñas pequitas, sobretodo en la nariz, que no la afeaban sino que
la hacían graciosa.
Tenía una estatura media para sus diez años.
Era hija única.
Vivía en una casa grande, antigua, de techos altos, con suelos de
madera.
Cuando alguien pisaba sonaba clack, clack, más si se trataba de su
madre, que siempre usaba tacones altos, esto la avisaba cuando ella
se acercaba.
Esto era bueno para ella porque la liberaba de castigos.
Su madre era muy estricta, su padre estaba siempre ausente, era
diplomático.
Sus padres se hablaban solo cuando era necesario.
Ella pensaba que no se les ocurría nada, que ya se lo habían dicho
todo.
Siempre quiso tener una hermana que la entendiera. En esa familia se
encontraba fuera de lugar.
No se daba cuenta de pequeñas cosas que le decía su madre, como
sentarse con las piernas suficientemente cerradas como las señoritas.
No llevar la contraria las personas mayores aunque ella creyera tener
razón. Ni entrometerse en conversaciones ajenas.
Se sentía que quería ser ella misma, no una copia de alguien que
conociera.
Su madre le decía que la diferencia es peligrosa, que las mujeres
femeninas no tenían tantos pajaritos en la cabeza, que así nunca se
casaría.
Ella se encerraba en su habitación a leer cuentos en los que había
siempre finales felices y sapos encantados que se convertían en
príncipes cuando los besabas.
Estrella quería hacer su propia vida con personajes que ella
conociera, ya que nunca había visto un príncipe en su vida.
Soñaba que de mayor encontraría un hombre con el que pudiera hablar
y ser ella misma y desde luego que fuera guapo e inteligente y lo
encontró; pero después de conocerlo un tiempo se dio cuenta que al
final resultó ser un príncipe que era en realidad un sapo cuando lo
besabas.
Quiso
escapar de la fantasía y entró en ella.
Lloró
mucho y se prometió no volver a equivocarse.
Se convirtió en una sombra de sí misma.
Se hizo maestra y una mujer muy independiente y muy segura de si
misma, por lo menos de cara a la galería.
De noche, cuando nadie la veía soñaba con ser una mujer femenina,
como la que le decía su madre cuando era una niña y así encajaría.
Un día encontró un hombre que no se parecía en nada a su primer
novio.
No siempre la escuchaba, a veces no lo entendía pero era lo que
parecía y pensó que mejor que su corazón latiera, aunque tuviera
peligro de una parada cardíaca y se liberó de sus miedos e intentó
no pensar en los príncipes encantados de su niñez.
I.S.G.