Natalia tiene el pelo pelirrojo, muy largo
con unos bellos ojos azules.
Era una pequeña
muy especial, adivinaba cosas que le iban a ocurrir próximamente a la gente.
La gente la
adoraba y a la vez la temía, porque las personas mayores temen a las personas
diferentes y ella era especial.
Especial porque
era muy alegre, era capaz de jugar con cualquier cosa, incluso no le importaba
jugar sola. Su imaginación no tenía límites.
Había muchos niños
que la cortejaban, pero ella no se daba cuenta, tan absorta estaba en su propia
vida.
Un día sintió que
el estomago se le revolvía, se lo dijo a su madre.
Pensaron que la
comida le había sentado mal, también sentía mareos.
Como si fuera en un barco en plena travesía.
Su madre la llevó
al médico del pueblo, solo había uno, viejito, con gafas redondas y regordete.
La examinó y le
dijo a su mamá que le parecía que estaba completamente sana. Que no encontraba
explicación a sus síntomas.
Su madre al salir
de la consulta le compró un pequeño cuento, pues a la niña le encantaba leer.
Siempre que iba al
médico, después su madre le compraba un cuento para que no se le hiciera tan
desagradable la situación. Así que ir a la consulta de D. Rogelio tenía un aire
agridulce.
Por la noche,
Natalia dijo: creo que va a ver un pequeño terremoto en el pueblo dentro de dos
días, lo siento en mis tripas, aunque no puedo explicarlo con palabras.
La madre no sabía
si creerla, pero al día siguiente se lo dijo al alcalde.
Este pensó, no tenemos nada que
perder por decirles a las personas del pueblo lo que Natalia ha predicho y lo
comentó a los pocos ciudadanos que tenía el pueblo.
Las personas del
pueblo protegieron sus pertenencias, por si la “profecía” se cumplía. Aunque
casi nadie creía en ella.
Al día siguiente,
por la mañana temprano, las camas y demás enseres comenzaron a moverse.
Efectivamente hubo
un pequeño terremoto.
Gracias a Natalia
no hubo que lamentar ninguna desgracia.
Todo el pueblo fue
a la casa de Natalia a besarla, felicitarla y le organizaron una gran fiesta.
I.S.G.