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martes, 20 de febrero de 2018

NATALIA





  Natalia tiene el pelo pelirrojo, muy largo con unos bellos ojos azules.
Era una pequeña muy especial, adivinaba cosas que le iban a ocurrir próximamente a la gente.
La gente la adoraba y a la vez la temía, porque las personas mayores temen a las personas diferentes y ella era especial.
Especial porque era muy alegre, era capaz de jugar con cualquier cosa, incluso no le importaba jugar sola. Su imaginación no tenía límites.
Había muchos niños que la cortejaban, pero ella no se daba cuenta, tan absorta estaba en su propia vida.
Un día sintió que el estomago se le revolvía, se lo dijo a su madre.
            Pensaron que la comida le había sentado mal, también           sentía mareos.
           Como si   fuera en un barco en plena travesía.
Su madre la llevó al médico del pueblo, solo había uno, viejito, con gafas redondas y regordete.
La examinó y le dijo a su mamá que le parecía que estaba completamente sana. Que no encontraba explicación a sus síntomas.
Su madre al salir de la consulta le compró un pequeño cuento, pues a la niña le encantaba leer.
Siempre que iba al médico, después su madre le compraba un cuento para que no se le hiciera tan desagradable la situación. Así que ir a la consulta de D. Rogelio tenía un aire agridulce.
Por la noche, Natalia dijo: creo que va a ver un pequeño terremoto en el pueblo dentro de dos días, lo siento en mis tripas, aunque no puedo explicarlo con palabras.
La madre no sabía si creerla, pero al día siguiente se lo dijo al alcalde.
            Este pensó, no tenemos nada que perder por decirles a las personas del pueblo lo que Natalia ha predicho y lo comentó a los pocos ciudadanos que tenía el pueblo.
Las personas del pueblo protegieron sus pertenencias, por si la “profecía” se cumplía. Aunque casi nadie creía en ella.
Al día siguiente, por la mañana temprano, las camas y demás enseres comenzaron a moverse.
Efectivamente hubo un pequeño terremoto.
Gracias a Natalia no hubo que lamentar ninguna desgracia.
Todo el pueblo fue a la casa de Natalia a besarla, felicitarla y le organizaron una gran fiesta.




I.S.G.



MARIELA



Érase una niña con los ojos oscuros, muy grandes, aunque su cara era pequeña.
Solo tenía cinco años.
Veía la realidad desde la visión fantástica y realista con que la ven los niños.
Al estilo del realismo mágico, de algunas novelas sudamericana.

Un día escucho como se peleaban sus padres, no entendió el por qué, pero tuvo miedo.
Miedo a los cambios que se producirían en su vida.

Otras veces se peleaban, pero ésta vez era diferente. Era de noche.
Ella ya estaba acostada y en vez de gritar, hablaban bajito.
Realmente parece que debería de sentirse más tranquila, pero no era así.
Ella sabía que cuando gritaban terminaban perdonándose.
En cambio, cuando casi no hablaban, había algo malo en el ambiente.

Mariela, que es el nombre de la niña, rezó tal como su abuela le había
enseñado, a los pies de la cama.
No quería vivir con su madre y ver a su padre los fines de semana.
Como le ocurría a su amigo Pablito.
Tenía más regalos de su padre, pero no tenía con quien jugar.

Al día siguiente, se levantó temprano, prometiéndole a Dios un mes sin comer golosinas si había escuchado su oración.
Intentó hacer el menor ruido y se dispuso a desayunar con su familia.
Había tortitas su comida favorita.
Pero al verla su madre las tortitas se le cayeron al suelo.

Su padre estaba en el dormitorio haciendo la maleta. Le dio un beso.


Mariela en ese momento renegó de Dios.


I.S.G.