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martes, 20 de febrero de 2018

MARIELA



Érase una niña con los ojos oscuros, muy grandes, aunque su cara era pequeña.
Solo tenía cinco años.
Veía la realidad desde la visión fantástica y realista con que la ven los niños.
Al estilo del realismo mágico, de algunas novelas sudamericana.

Un día escucho como se peleaban sus padres, no entendió el por qué, pero tuvo miedo.
Miedo a los cambios que se producirían en su vida.

Otras veces se peleaban, pero ésta vez era diferente. Era de noche.
Ella ya estaba acostada y en vez de gritar, hablaban bajito.
Realmente parece que debería de sentirse más tranquila, pero no era así.
Ella sabía que cuando gritaban terminaban perdonándose.
En cambio, cuando casi no hablaban, había algo malo en el ambiente.

Mariela, que es el nombre de la niña, rezó tal como su abuela le había
enseñado, a los pies de la cama.
No quería vivir con su madre y ver a su padre los fines de semana.
Como le ocurría a su amigo Pablito.
Tenía más regalos de su padre, pero no tenía con quien jugar.

Al día siguiente, se levantó temprano, prometiéndole a Dios un mes sin comer golosinas si había escuchado su oración.
Intentó hacer el menor ruido y se dispuso a desayunar con su familia.
Había tortitas su comida favorita.
Pero al verla su madre las tortitas se le cayeron al suelo.

Su padre estaba en el dormitorio haciendo la maleta. Le dio un beso.


Mariela en ese momento renegó de Dios.


I.S.G.