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martes, 17 de octubre de 2017

CARTA PARA LA MONITORA CARMEN

CARTA PARA LA MONITORA CARMEN



 No me salen las palabras para decirte lo que siento. Hoy me han dado la noticia de que nos has dejado. Como te imaginas es una gran pérdida para mí, eras mucho más que una monitora, eras mi confidente.

Me tratabas como una igual, sabias motivar y sugerir antes que mandar.
Has dejado una gran huella en mí, aunque  creo que también  en todos nosotros.

No hubo tiempo de despedidas, desapareciste de nuestras vidas sin más y es duro muy duro, saber que no voy a volver  a verte. A pesar de mi dolor, te deseo mucha suerte en esa nueva empresa que vas a emprender. Estoy segura que te será muy satisfactoria.

Desde esta página te mando el abrazo que no he podido dar y todo mi cariño.

Gracias por ser como eres no cambies. Siempre te tendré en mi recuerdo.


Maria del Carmen Gómez Calviño.

                                                                       Algeciras 17 de Octubre de 2017

CUENTOS DE LA ALHAMBRA


Este es el segundo cuento de la Alhambra sobre el que escribo, espero que os guste.
Son cuentos sencillos pero bellos, recopilados por el escritor norteamericano washington Irving.

LA ROSA DE LA ALHAMBRA


Reinaba en Granada el rey moro llamado Mohamed El Hayzari, que se enamoró de una bella princesa cristiana.

Al principio, la princesa no quería acceder a la intención del rey de casarse con ella, pero finalmente aceptó.

Vivieron felices y de aquella unión nacieron tres hermosas niñas mellizas.

El rey Mohamed se sentía muy feliz, pero el astrólogo profetizó que cuando las princesas fueran mayores se casarían, contra su voluntad con enemigos de su país.

El rey no hizo caso de la profecía del Astrólogo y las niñas fueron creciendo al cuidado de una fiel esclava, llamada Kadiga, porque su madre había muerto.

Cuando las niñas se hicieron mujercitas, el rey recordando la profecía del Astrólogo, mandó a la esclava que que llevara a sus hijas lejos del país, hasta que personalmente les encontrara marido. De esta forma, no correría el riesgo de verlas casadas con príncipes enemigos.

Así lo hizo Kadiga que las condujo a un lugar lejos de la ciudad llamado Salobreña.

Cierto día, desde sus habitaciones vieron la llegada de tres prisioneros cristianos.

Las tres jóvenes comentaron la apostura de aquellos jóvenes, que eran conducidos hasta las mazmorras.

La esclava temerosa de que se enamoraran de aquellos jóvenes, escribió al Rey y este ordenó su traslado.

Kadiga cuidó de que se cubrieran bien el rostro con un velo, según la costumbre musulmana por la que nadie puede ver el rostro de una mujer.

Pero por el camino encontraron una caravana de prisioneros, entre los que se hallaban los tres jóvenes.

El capitán que mandaba la columna de prisioneros, ordenó que nadie osase mirar a las princesas.

La orden del capitán no fue obedecida por ninguno de los tres jóvenes.

El capitán les dijo que por su desobediencia merecían ser castigados y el rey encolerizó.

En aquel momento, los caballos se asustaron y se produjo una confusión en la cual las tres muchachas perdieron los velos que cubrían sus rostros y los tres jóvenes quedaron maravillados de la belleza de las princesas, y se enamoraron de ellas.

Siguiendo las instrucciones del rey, los tres prisioneros fueron separados y custodiados por la guardia, pero se sentían muy tristes porque los tres deseaban ver de nuevo a las princesas.

Entonces uno de ellos propuso: si al menos les pudieran llegar nuestras canciones.
Se las arreglaron para hablar con la esclava Kadiga.

La esclava compadecida les ayudo y les dijo que ya que no podían verles, al menos podrían escuchar sus voces.

Durante muchas noches la serenata se repitió.

La buena esclava les ayudo a que escaparan con ellos.

Las tres muchachas acordaron que kadiga también fuera con ellos. la menor de las gemelas, llamada Zoraida, tuvo miedo y no quiso escapar.

Pasó el tiempo y la pequeña Zoraida supo que sus hermanas se habían casado con dos de aquellos prisioneros y vivían felices.

Lamentaba no haberse escapado con ellas porque seguía prisionera.

Pasaba largas veladas tocando el laúd, la música es lo único que la consolaba.

Zoraida callaba y lloraba en silencio.

Un día se puso enferma y Dios la llamó a su seno.

Fue entonces cuando el rey, su padre comprendió, que su actitud con sus hijas no había sido la más indicada.

Un día el rey descubrió que en la tumba de Zoraida creció una hermosa rosa.

Y dice la leyenda que el rey pasaba largas horas llorando amargamente junto a aquella rosa que nunca se marchitaba

Sin embargo Zoraida en el cielo era feliz.





I.S.G.