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martes, 24 de abril de 2018

LUCÍA Y ROCÍO. EL OTRO LADO.

Lucía está en una encrucijada.

Ama a su compañera de trabajo, Rocío.

Su día empieza cuando se levanta para arreglarse para irse al trabajo.

Allí se encuentra con ella. Las dos son administrativas de una empresa multinacional en Madrid.

Están separadas físicamente por el espacio de dos ordenadores, pues están situadas enfrente una de otra.

Cuando se saludan, a la entrada del trabajo, Lucía siente un vacío en el estomago que no es hambre de alimentos sino el deseo de besar a su compañera. La saluda sonriendo, mirándole los labios intentando que no se note lo que siente.

Rocío parece que no se da cuenta de nada.

Ni siquiera de que Lucía siempre hace por quedarse la última porque Rocío es muy trabajadora y perfeccionista y no se va de la empresa hasta terminar toda la tarea.

Cómo ella no tiene carné de conducir, Rocío por educación más bien la invita a llevarla a su casa, aunque no le coje de camino. Lucía le da las gracias a la suerte, aunque está todo planeado.

Ambas son solteras treintañeras.

Lucía es guapa y alta, nada andrógina, sino muy femenina, utiliza habitualmente faldas, vestidos y tacones.

Ha estado alguna vez con un hombre pero se dio cuenta que no era lo suyo y aunque le da miedo salir del armario tampoco quiere taparse con un novio. La gente cree que es muy exigente con los hombres.

Es duro para ella tener que fingir, y callar algo que ella piensa que no ha elegido, solo puede ocultarlo pero nada más o tener el valor que aún le falta de gritarlo al mundo y esperar la reacción.

Rocío por su parte, es más baja que lucía y suele llevar el pelo recogido y vaqueros. Ha tenido algunos novios pero siempre les saca algún defecto, tiene miedo a comprometerse. Es independiente y solitaria.

Un día Lucía le comenta a Rocío que podían apuntarse a un curso de pilates, que hacen cerca de la empresa, para estar más cerca de ella fuera del trabajo y atreverse así a dar un paso adelante en el sentido de expresarle sus sentimientos.

Rocío accede y se matriculan después del trabajo.

Lo que parecía maravilloso para Lucía, se convierte en una tortura puesto que la tiene más cerca y en los vestuarios la ve desvestirse y ducharse, con lo que su deseo aumenta.

Rocío empieza a darse cuenta que Lucía se pone nerviosa cuando conversan y que a veces no le mantiene la mirada cuando están hablando.

Cuando pasa un tiempo es Rocío la que le pregunta a Lucía que qué le ocurre.

Entonces Lucía se arma de valor y le confiesa lo que siente por ella desde hace tanto tiempo.

Por fin ha soltado lastre.

Entonces Rocío le dice que para ella es solo una amiga, pero que no le cierra la puerta, que no sabe lo que pasará con el tiempo. Aunque ella no ha tenido nunca relaciones íntimas con mujeres.

Desde entonces Lucía descansa, pues es muy cansado vivir ocultando quien eres y se siente con fuerzas para gritarle al mundo que ella tiene otro modo de entender el amor que la mayoría.

Mucha gente se aleja de ella, otra la entiende pero a ella le merece la pena sentirse más relajada sin tener que fingir quien no es.

En cuanto a Rocío ya no siguen igual. Ella que no sabe en realidad lo que quiere, prueba a tener una relación sentimental con Lucía pero con la condición de que sea un secreto entre ambas.

Lucía lo piensa y cree que aunque está enamorada de ella, no quiere ocultarse más y le dice que prefiere que sigan siendo compañeras de trabajo, y piensa que a partir de ese momento cogerá el metro para volver del trabajo y dejará de ir a Pilates, hasta que se le vaya pasando el amor que siente por Lucía.


I.S.G.