MARÍA
María vivía en un pueblo al sur de Jaén.
Un pueblo pequeñito donde todos se conocían y los rumores corrían
como la pólvora.
Vivía con sus dos hermanos y su padre.
Su madre murió de unas fiebres hace tres años.
Tenía veinte años y era costurera.
Era una profesional con muchos clientes, aunque su sueldo solo le
daba para vivir.
Nos encontramos en los años cincuenta y aunque hubo tiempos peores,
la vida seguía siendo dura y difícil, sobretodo en aquellos parajes
alejados de la ciudad.
Un día yendo por el campo, por el camino desde donde hacia la colada
hasta su casa, vio algo que parecía un trapo. Le extrañó el sitio
donde se encontraba, pues era un lugar por el que no solía pasar la
gente.
Se acercó algo asustada, y al ir a cogerlo descubrió que estaba
ensangrentado. Se asustó mucho y no supo que hacer.
Fue corriendo hacía su casa, para comentarlo con su padre y hermanos
que estarían trabajando en el campo, que es lo que hacían de sol a
sol.
Su padre le dijo que callara, que se buscaría problemas.
En aquellos momentos, la guardia civil, aunque producía seguridad a
los ciudadanos también cierto temor. Se escuchaban muchas historias
y se sabía de personas supuestos delincuentes que habían entrado y
no habían salido.
Se acostó y esa noche no pudo dormir, pues su cabeza y su corazón
le decía que lo que había presenciado no podía quedar así y si
ese trapo perteneciera a ella o a una persona de la familia, le
gustaría que no quedara así.
Al día siguiente, aunque estaba acostumbrada a hacer lo que su padre
le decía, no pudo evitar vestirse a toda prisa y sin decir nada a
nadie, coger el trapo meterlo en una bolsa y caminar como si nada
fuera de lo común ocurriera y dirigirse al cuartel de la guardia
civil.
Cuando llego a la puerta del cuartel, estaba asustada, nunca había
estado allí. Se acercó al guardia de la entrada y le dijo que tenía
una cosa importante que contar.
El guardia, la miró de arriba a abajo y la dejo pasar, aunque sin
creerla mucho, pues a una mujer sola no se le hacía mucho caso en
España.
Pasó por un corredor y llamó a la puerta de un despacho donde
parece que estaba la persona encargada de recoger las declaraciones y
el sargento.
Ella no pudo evitar pensar que aquello era muy sórdido.
El sargento se dirigió a ella y le preguntó su nombre, y para que
estaba allí, sin mucho interés.
María le contó su historia.
El sargento se rió y le dijo que las mujeres tienen mucha
imaginación, que ese trapo sería de alguien que se lastimó en el
camino y se secó la sangre con un trapo, que no tenían ninguna
denuncia por desaparición y que lo mejor que podía hacer era volver
a su casa y que una chica tan bonita no debía haber ido sola al
cuartel.
Ella lloró por dentro de rabia, aunque era habitual que una mujer
para ser escuchada debía ir acompañada de su padre, marido o
hermanos. Hay cosas a las que no se acostumbra una del todo pensó y
se fue cabizbaja
Cuando llego a casa, no comentó nada de lo ocurrido y se puso a
coser, pensando que era lo mejor que sabía hacer.
A los varios días los perros de un cazador olieron sangre en el
camino que llevaba a la casa de María y encontraron el cuerpo de una
mujer en estado de descomposición.
Entonces todo el pueblo se impresionó y la Guardia Civil peinó la
zona y buscó pruebas que identificasen a la desaparecida.
Era una forastera de la que nunca se encontró la identidad, aunque
si que le faltaba parte de la ropa.
Quedó como un recuerdo, para los vecinos del pueblo que inventaban
historias, pues nunca se supo lo que pasó en realidad.
María, por su parte pensaba que era una lastima no haber nacido
hombre, pues quizás esa mujer hubiera tenido más suerte, por lo
menos se le hubiera investigado mejor, y siguió cosiendo pues tenía
mucha tarea.
I.S.G.